- Hola Brian.
- Hola Stacy. Estas muy guapa.
- Gracias.
- ¿Nos vamos? Ha alquilado una limusina.
- Por supuesto, vamos.
Una espesa niebla se extendía por el jardín.
-Que frío hace.
- Sí, hace una noche de perros.
- No digas eso, ¡Qué siniestro!
- Tranquila pequeña - y aprovechado la ocasión, pasó el brazo pr encima de los hombros de ella. Y la apretó fuerte contra él. Esa noche mojaba fijo.
De repente, un aullido a lo lejos y un golpe de viento.
- ¡¿Qué ha sido eso?! - grita él, asustado, sotándose de su chica.
- Solo ha sido un perro, tranquilo...
Esa noche mojaba, pero la cama.
LLegaron al coche. El conductor no estaba.
- ¿Pero dónde coño está este tío? ¡No he pagado para que se largue!
¡Dios!¿Porqué tenía que salir todo mal?
- ¡Sube! Nos llevamos el coche.
- Pero no es tuyo, es del chofer. Eso es robar.
- ¿Subes o no?
- Está bien. Jolín, quiero llegar ya al baile. Seguro que Barbara y Josh estan ya allí.
- Deja de lloriquear como una nena.
- ¡Es que soy una nena! El que no debería lloriquear eres tú: "¡Oh, que miedo!¡¿Qué ha sido eso?!"
Brian metió el pie a fondo y el coche pegó un acelerón.
- Ten cuidado ¿quieres? No quiero morir esta noche.
¡TUPÚN!
- ¡Oye!¡¿Qué ha sido eso?! ¡Has atropellado a alguien!
- ¡Cállate zorra!
¡TUPÚN!
- ¡Para el coche! ¡IIIIIIIiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiihhhh! ¡Acabas de atropellar a un hombre!
- ¡Dios mio! ¡Oh, joder! ¡¡¡DIOS AYUDANOS!!!
- ¿Dios? ¡Pero serás capullo! ¡PARA EL COCHE!
- ¡No puedo! ¡Fíjate! ¡Son cientos! ¡Vienen a por nosotros!
En pocos segundos el coche estaba rodeado de apestosos cadáveres. Golpeaban los cristales con sus cabezas y sus miembros pegajosos.
-¡POR EL AMOR DE DIOS! ¡Se están comiendo al conductor! ¡Oh noooo! ¡Vamos a morir!
En ese momento, los muertos vivientes rompieron las ventanas y entraron en el coche. Brian y Stacy fueron salvajemente despedazados.
-¡STACY!- un grito subió por la escalera
- Brian ha venido a buscarte. Y está muy guapo.
- Dile que no me encuentro bien, mamá, no voy a ir.
-Pero hija. Llevas esperando este baile todo el curso.
-Ya lo sé, pero no quiero ir. Por favor dile que se vaya.
- Está bien. Pero se va a llevar un buen chasco.
-Créeme mami. No lo hago porque quiera. Es cuestión de vida o muerte.
-En fin, hija. Tu sabrás.
Su madre le dijo a Brian que Stacy estaba indispuesta. Stacy durmió tranquilamente y soñó con los angelitos. Si ella supiera lo que se perdía... Ponche, música y sexo. Y ¿porqué no? Zombis.
sábado, 13 de diciembre de 2008
Los padres saben mucho.
Caminaba una tarde fría y húmeda, pero soleada. La cabeza entre los hombros, las manos en los bolsillos, la mirada clavada en el suelo. A lo lejos la figura de mi padre. Atareado. A medida que se acercaba a él podía vislumbrar mi siguiente movimiento. Sabía que lo iba a hacer aunque no era algo propio de mí. Y ahí estaba él, a un metro, cincuenta centímetros, diez... Mis brazos se abrieron y las manos, antes en los bolsillos, rodearon su espalda. Cero centímetros. Olía a padre. A hombre mayor, y manso. Duro y sabio. Atrapado con mis brazos no pudo más que responderme, del mismo modo. Lo había hecho. Le había abrazado.
Cuando fui consciente de la situación me di cuenta porque no lo había hecho hasta entonces. No quería cargar ese peso sobre él, pero ya era demasiado tarde. Comencé a llorar y, una a una, pequeñas lágrimas saltaban de mis ojos a sus hombros. Corrían y reían libres. Se colgaban en su barba y se escondían, traviesas, en sus oídos y su pelo. Y en su cuello resbalaban.
Ya estaba hecho. Me separé de él. Mis lagrimas eran pastosas, pegajosas... unos hilos viscosos nos unían y colgaban en el espacio entre nosotros. Le miré a los ojos, y supe, que lo había entendido todo. Me marché cabizbaja. Lo había hecho.
Mi padre se quitó la chaqueta empapada e hizo un pequeño montón de palos y hojas. Encima colocó la chaqueta con mis lágrimas. Algunas de ellas todavía se movían, agonizando. Prendió fuego a la pira, que ardió rápidamente. Una columna compacta de humo amarillento subió hacia el cielo. Se pudo ver desde muy lejos. Mi tristeza se deshizo en una apestosa humareda y un golpe de viento se la llevó. Los habitantes del pueblo decían, murmurando, mientras se tapaban la nariz: "Ya está otra vez el del tejar quemando broza; ya está otra vez..."
Y es que los padres saben mucho, tienen remedios que nosotros nunca llegaremos a entender. Los padres tienen toda la sabiduría del universo. Para toda pregunta, un padre tiene una respuesta. Por eso les queremos tanto.
Cuando fui consciente de la situación me di cuenta porque no lo había hecho hasta entonces. No quería cargar ese peso sobre él, pero ya era demasiado tarde. Comencé a llorar y, una a una, pequeñas lágrimas saltaban de mis ojos a sus hombros. Corrían y reían libres. Se colgaban en su barba y se escondían, traviesas, en sus oídos y su pelo. Y en su cuello resbalaban.
Ya estaba hecho. Me separé de él. Mis lagrimas eran pastosas, pegajosas... unos hilos viscosos nos unían y colgaban en el espacio entre nosotros. Le miré a los ojos, y supe, que lo había entendido todo. Me marché cabizbaja. Lo había hecho.
Mi padre se quitó la chaqueta empapada e hizo un pequeño montón de palos y hojas. Encima colocó la chaqueta con mis lágrimas. Algunas de ellas todavía se movían, agonizando. Prendió fuego a la pira, que ardió rápidamente. Una columna compacta de humo amarillento subió hacia el cielo. Se pudo ver desde muy lejos. Mi tristeza se deshizo en una apestosa humareda y un golpe de viento se la llevó. Los habitantes del pueblo decían, murmurando, mientras se tapaban la nariz: "Ya está otra vez el del tejar quemando broza; ya está otra vez..."
Y es que los padres saben mucho, tienen remedios que nosotros nunca llegaremos a entender. Los padres tienen toda la sabiduría del universo. Para toda pregunta, un padre tiene una respuesta. Por eso les queremos tanto.
La perversión y la tristeza desbordaron el calcetín.
Mira que se lo tengo dicho. No te limpies el pene con mis calcetines… pues nada, él, erre que erre. Y así, cada vez que nos vemos, calcetines pegajosos. En cualquier caso, es un indicador fiable del estado de nuestra relación. Cada vez que siento el fluido en mi pie, una cálida sensación de tranquilidad invade mi cuerpo; por supuesto, a esta le sigue un escalofrío de repulsión.
-Eres un cerdo ¿lo sabes?
-Si, pero te encanta.
Me conmueve ese tono de omnisciencia en su voz, sobre todo porque los dos sabemos que tiene razón. Paulatinamente nos hemos convertido en unos pervertidos, y nos gusta. Nos regocijamos en esta nueva faceta de nuestra personalidad. Es un nuevo juguete sexual que parece no tener fin. No necesita pilas y nos ha salido gratis. Llegó, como llegan los chocolates y bollos a la nevera de nuestras madres, no te los esperas, no los pides, y tampoco te paras a pensar lo bien que sienta encontrártelos, pero ahí están, por obra y gracia de nuestras santas madres.
Pues a nosotros, con esto de la perversión, nos pasó igual, aunque está vez nuestras madres estuvieran totalmente al margen. Todavía no somos, lo que se dice, unos expertos en la materia, ni siquiera unos iniciados. Utilizando el lenguaje típico, somos amateurs. A mi no me gusta llamarnos así, sinceramente, me parece demasiado vulgar, pero es para entendernos. Convertirse en pervertidos no es lo que se dice: una tarea fácil. Es agotador acarrear con la perversión a todas partes, es un ejercicio mental sobrehumano. Además, una vez que empiezas, esto no tiene límites, y mantenerla intacta cuesta lo suyo. No quiero ser gafe, pero me temo que con la facilidad que nos llegó, se nos va a ir, al igual que el chocolate desaparece de la nevera, y sí, será muy divertida, pero no hay que jugar con fuego. No tenemos ninguna aspiración mayor, pero nunca viene mal dar un poco de gracia a los asuntos de alcoba, sobre todo, si el compañero es siempre el mismo.
A menudo nos preguntábamos cuál sería nuestra próxima hazaña. Pero, en el fondo, los dos sabíamos que no era más que un juego tonto. Si éramos pervertidos no lo expresábamos a menudo, nos salía por casualidad, espontáneo, pero esperábamos impacientes la próxima puesta en escena de nuestra nueva amiga. Desde el suceso en la cocina, que no creo necesario describir aquí, no por evidente (que no lo es) si no por inoportuno, no nos hemos vuelto a ver implicados en algo similar.
De cualquier modo, siempre hemos sido más o menos gente maja y normal. Esto no es más que una anécdota en nuestra relación. Un paréntesis, un inciso.
-------------------------------------------------
Pasan los días. Y las noches. Y Ella sigue tirada en la cama, pensando y dando vueltas. Las noches, sudorosas, y los días malolientes. La cama pegajosa y desecha. “¿Qué hora será?”
Cuando no está él no se preocupa de sí misma, se siente ajena a su cuerpo. Ajena a los demás y a lo que significan. Elementos de un intrincado sistema de relaciones, le parecen totalmente artificiales y lejanos e inalcanzables para ella, de todos modos nunca quiso llegar a ellos. Es inútil social, i-un-til, no autista, lo que podría conllevar algún tipo de excelencia intelectual, es inútil igual que en otras muchas cosas.
Torpe. No es capaz de llevar a cabo una relación normal dentro de un contexto social amplio, a pesar de eso, a menudo, guiaba sus actos en función de los demás, por lo que nunca tuvo el control de ellos. Esto al principio le molestaba profundamente, pero ahora le ha encontrado a él. Y se ha dado cuenta de que ignorar al resto del mundo no solo se llega a hacer por obligación, como le pasaba a ella, si no por total indiferencia hacia las personas.
Al contrario que ella, él es muy hábil, suele caer bien a la gente sin esfuerzo, todos quieren saludarle y pasar unos minutos con él, es divertido, tiene carisma natural. Sin embargo, a su parecer esto es totalmente irrelevante y la opinión o amistad de la mayoría no le afecta.
En la cama, se retuerce sobre sí misma, meditando sobre qué sería lo que le atraería de su carácter sometido a la sociedad, era tímida, insegura, influenciable y pendiente de la opinión de la gente, no era para nada el tipo de chica que se suponía que debía gustarle, ella era la reina de la superficialidad. La exquisitez de su novio con los demás le llevó a tener muy pocos amigos, que a él le parecían los justos y necesarios. A pesar de sus diferencias en esencia, ella estaba entre ellos. Se enamoró de ella, y locamente además. Ella fascinada no pudo hacer otra cosa que corresponderle. Ahora el sentido de sus vidas era esperar a estar juntos.
-No llores, odio verte llorar.
-Pero ¿que quieres que haga? Me haces llorar, me haces darme cuenta de que lo único que no me gusta de ti viene dado por todo el mal que te he hecho. Te he corrompido, y ahora se vuelve contra mí.
-No digas tonterías.
Yo me oía decir esas cosas y realmente creía que tenía razón. Siempre he tenido un sentimiento de inferioridad frente a él que no puedo evitar. Pero claro, en realidad, le tengo a mi disposición, puedo hace lo que quiera con él, está sometido a mi, y tener a alguien superior a ti entregado absolutamente, te hace sentir responsable de su felicidad. Tengo mucho miedo, miedo de dejar de quererle. Pido por favor que nunca deje de amarle, ya no solo por mi felicidad, si no sobre todo por la suya. Cuando estoy con él, estoy constantemente en vilo. Por eso necesito sentir pegajosos los calcetines y estar a veces separados para saber que le sigo echando de menos. Es una criatura excepcional que ahora depende de mí. Depende de mi amor.
No puede ser, me digo a mí misma. Que lo tienes muy consentido. Todos los caprichos se los permites. Pues esto se tiene que acabar. Feliz, pero educado. El día que me deje creo que sentiré que me quita un peso de encima, seguramente entonces me de cuenta de lo fácil que es amarle y lo complicado que yo lo hice. Solo tengo que dejar que me frote la espalda en la ducha, dejar que me bese la nuca con sus gruesos labios, dejarle amarme tranquilamente, y el resto vendría hecho. Pero nada, yo seguía empeñada en que le iba a dejar de querer. Y un día, y otro, y que nada, que no me quedaba tranquila. Total, que esto tenía que acabar en algún sitio. Nuestra relación seguía intacta, incluso mejoraba. Ya no había roces, estábamos compenetrados. Hasta aquel día en concreto. El único día en que todo debía ser perfecto y por muy poco no le dejé de querer. A esto estuve de creer que él era el culpable de mi infelicidad cuando, en realidad, era el único que la mitigaba un poco.
En mi mente, le amenazaba. No te enfades hoy, que es un mal día. Mañana o pasado mejor. Pero no, el siempre tan cabezota. Pasé toda la tarde mirándole de reojo, no se si se dio cuenta pero le odié mucho a escondidas. Hasta la noche. Era nuestra noche. La noche en que yo, por fin había decidido que me daría cuenta de lo mucho que le amaba, pero él tuvo que estropearlo. En fin. Yo ya estaba totalmente deprimida. Él notó que yo estaba rara, porque no hice otra cosa que pegarle con el mando a distancia mientras veíamos la película. Le metía el dedo en la nariz, y descubrí que tiene cosquillas en los costados. Al cabo del rato, empezó a ponerse cariñoso, y yo, ni tirando de nuestra perversión recién adquirida, fui capaz de vencer a las lágrimas y me puse a llorar. Así conseguí conmoverle, lo que como buena aspirante a pervertida, me excitaba en exceso. Cuando me hubo consolado, decidí que qué mejor manera de festejar mi recién estrenada alegría que viendo porno. Solo fuimos capaces de encontrar una serie erótica en la que los actores tenían un cómico acento mejicano, pero fue suficiente para subirme el ánimo.
-En cuanto te ponen el porno, se te quitan todos los males.
Nos reímos un rato. Y decidí que ya estaba preparada para un poco de sexo de reconciliación. Sin embargo no creí que fuera tan difícil hacer el amor cuando una tiene una crisis de identidad. La luz era deprimente, roja. La serie erótica seguía en la televisión, esperpéntica.
Y a mi novio no se le ocurrió mejor manera de hacerlo que por la espalda. Me sentía tan sola, mirando hacia la alfombra. Notaba como mi perversión desaparecía por momentos y se iba sin dejar ni rastro, mientras que la de mi novio atrincherado en mi espalda aumentaba por momentos. Decidí cambiar todo aquello como pudiera, aunque fuera demasiado tarde.
Me levanté, y él decidió que no iba a esperarme sentado. Así que con su pene dentro de mí y pegado a mi espalda avancé hasta la televisión y la apagué. No sirvió de nada. Entonces, cambié de posición. Le senté en el sofá conmigo encima de él. Por lo menos ya podía mirarle los ojos. Sin embargo aquel suplicio (psicológicamente hablando, por supuesto) se prolongó demasiado, terminando con todas mis fuerzas. Disimuladamente derramé unas lágrimas en su hombro, justo antes de que él se derramara dentro de mí. Me levanté al segundo y le dije: Duchémonos. Allí lloré tranquilamente, las gotas de agua cómplices de mis lágrimas.
Al cabo de un rato mi novio empezó a quejarse de un tremendo dolor de espalda. Sin duda, el creía que se debía a la mala posición en el sofá. Pero yo sabía que ese no era el único motivo. Tuvo que soportar no solo mi peso si no el de mi tristeza encaramada a mi espalda. Ya tirados sobre la enorme cama de matrimonio de mis padres, podíamos descansar. Mi dolor psíquico se tradujo en un malestar físico en su espalda. Es en esos momentos cuando me doy cuenta de lo compenetrados que estamos. Sus besos ahora resbalaban sobre mí cuidadosamente y para nada perversos. Ahora se quien es la única perversa aquí: Es mi tristeza. Se presenta desnuda y sin vergüenza entre nosotros. Actúa a escondidas, se regodea en el dolor, y siente placer por ello, es cruel. Mi tristeza se crece en las circunstancias más retorcidas y pintorescas. Y si en otro momento todo aquel suceso en el salón me hubiera parecido indiferente, esta vez era distinto. Porque no estaba sola, mi tristeza estaba ahí. La perversión se había apoderado de ella y le daba ánimos para seguir torturándome. Se presenta en los momentos más inoportunos la muy…
Al final, salimos a dar una vuelta, cogidos de la mano y con la brisa del amanecer en nuestros rostros. Si ya se lo dije yo, que velada ni velada. No está el horno para bollos, ni la nevera tampoco. No queremos perversiones aquí señora. Nunca me hace caso y mira que se lo tengo dicho que hacerse un pervertido no es cualquier cosa. Que no es tarea fácil. Pues él, erre que erre. Al final nos salió el tiro por la culata. Yo cargando con una tristeza degenerada y descontrolada y él, con un dolor de espalda insoportable.
-¿Cuál será nuestra próxima perversión?
-Mira, mira…no me vengas con sandeces. ¡Que te lo tengo dicho!
-Tranquila, solo era una broma. ¿Compramos pintauñas?
-¿Pintauñas? ¿Para qué?
-Porque quiero pintarte las uñas de los pies. Un día me lo pediste y yo no quise. Hoy si quiero.
-Está bien. Vamos.
Entonces me di cuenta de lo fácil que es amarle y lo complicado que yo lo hice. Solo tenía que dejar que me frotara la espalda en la ducha, dejar que me besara la nuca con sus gruesos labios, dejar que me pintara las uñas de los pies, en fin, dejarle amarme tranquilamente y el resto vendría hecho.
-Eres un cerdo ¿lo sabes?
-Si, pero te encanta.
Me conmueve ese tono de omnisciencia en su voz, sobre todo porque los dos sabemos que tiene razón. Paulatinamente nos hemos convertido en unos pervertidos, y nos gusta. Nos regocijamos en esta nueva faceta de nuestra personalidad. Es un nuevo juguete sexual que parece no tener fin. No necesita pilas y nos ha salido gratis. Llegó, como llegan los chocolates y bollos a la nevera de nuestras madres, no te los esperas, no los pides, y tampoco te paras a pensar lo bien que sienta encontrártelos, pero ahí están, por obra y gracia de nuestras santas madres.
Pues a nosotros, con esto de la perversión, nos pasó igual, aunque está vez nuestras madres estuvieran totalmente al margen. Todavía no somos, lo que se dice, unos expertos en la materia, ni siquiera unos iniciados. Utilizando el lenguaje típico, somos amateurs. A mi no me gusta llamarnos así, sinceramente, me parece demasiado vulgar, pero es para entendernos. Convertirse en pervertidos no es lo que se dice: una tarea fácil. Es agotador acarrear con la perversión a todas partes, es un ejercicio mental sobrehumano. Además, una vez que empiezas, esto no tiene límites, y mantenerla intacta cuesta lo suyo. No quiero ser gafe, pero me temo que con la facilidad que nos llegó, se nos va a ir, al igual que el chocolate desaparece de la nevera, y sí, será muy divertida, pero no hay que jugar con fuego. No tenemos ninguna aspiración mayor, pero nunca viene mal dar un poco de gracia a los asuntos de alcoba, sobre todo, si el compañero es siempre el mismo.
A menudo nos preguntábamos cuál sería nuestra próxima hazaña. Pero, en el fondo, los dos sabíamos que no era más que un juego tonto. Si éramos pervertidos no lo expresábamos a menudo, nos salía por casualidad, espontáneo, pero esperábamos impacientes la próxima puesta en escena de nuestra nueva amiga. Desde el suceso en la cocina, que no creo necesario describir aquí, no por evidente (que no lo es) si no por inoportuno, no nos hemos vuelto a ver implicados en algo similar.
De cualquier modo, siempre hemos sido más o menos gente maja y normal. Esto no es más que una anécdota en nuestra relación. Un paréntesis, un inciso.
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Pasan los días. Y las noches. Y Ella sigue tirada en la cama, pensando y dando vueltas. Las noches, sudorosas, y los días malolientes. La cama pegajosa y desecha. “¿Qué hora será?”
Cuando no está él no se preocupa de sí misma, se siente ajena a su cuerpo. Ajena a los demás y a lo que significan. Elementos de un intrincado sistema de relaciones, le parecen totalmente artificiales y lejanos e inalcanzables para ella, de todos modos nunca quiso llegar a ellos. Es inútil social, i-un-til, no autista, lo que podría conllevar algún tipo de excelencia intelectual, es inútil igual que en otras muchas cosas.
Torpe. No es capaz de llevar a cabo una relación normal dentro de un contexto social amplio, a pesar de eso, a menudo, guiaba sus actos en función de los demás, por lo que nunca tuvo el control de ellos. Esto al principio le molestaba profundamente, pero ahora le ha encontrado a él. Y se ha dado cuenta de que ignorar al resto del mundo no solo se llega a hacer por obligación, como le pasaba a ella, si no por total indiferencia hacia las personas.
Al contrario que ella, él es muy hábil, suele caer bien a la gente sin esfuerzo, todos quieren saludarle y pasar unos minutos con él, es divertido, tiene carisma natural. Sin embargo, a su parecer esto es totalmente irrelevante y la opinión o amistad de la mayoría no le afecta.
En la cama, se retuerce sobre sí misma, meditando sobre qué sería lo que le atraería de su carácter sometido a la sociedad, era tímida, insegura, influenciable y pendiente de la opinión de la gente, no era para nada el tipo de chica que se suponía que debía gustarle, ella era la reina de la superficialidad. La exquisitez de su novio con los demás le llevó a tener muy pocos amigos, que a él le parecían los justos y necesarios. A pesar de sus diferencias en esencia, ella estaba entre ellos. Se enamoró de ella, y locamente además. Ella fascinada no pudo hacer otra cosa que corresponderle. Ahora el sentido de sus vidas era esperar a estar juntos.
-No llores, odio verte llorar.
-Pero ¿que quieres que haga? Me haces llorar, me haces darme cuenta de que lo único que no me gusta de ti viene dado por todo el mal que te he hecho. Te he corrompido, y ahora se vuelve contra mí.
-No digas tonterías.
Yo me oía decir esas cosas y realmente creía que tenía razón. Siempre he tenido un sentimiento de inferioridad frente a él que no puedo evitar. Pero claro, en realidad, le tengo a mi disposición, puedo hace lo que quiera con él, está sometido a mi, y tener a alguien superior a ti entregado absolutamente, te hace sentir responsable de su felicidad. Tengo mucho miedo, miedo de dejar de quererle. Pido por favor que nunca deje de amarle, ya no solo por mi felicidad, si no sobre todo por la suya. Cuando estoy con él, estoy constantemente en vilo. Por eso necesito sentir pegajosos los calcetines y estar a veces separados para saber que le sigo echando de menos. Es una criatura excepcional que ahora depende de mí. Depende de mi amor.
No puede ser, me digo a mí misma. Que lo tienes muy consentido. Todos los caprichos se los permites. Pues esto se tiene que acabar. Feliz, pero educado. El día que me deje creo que sentiré que me quita un peso de encima, seguramente entonces me de cuenta de lo fácil que es amarle y lo complicado que yo lo hice. Solo tengo que dejar que me frote la espalda en la ducha, dejar que me bese la nuca con sus gruesos labios, dejarle amarme tranquilamente, y el resto vendría hecho. Pero nada, yo seguía empeñada en que le iba a dejar de querer. Y un día, y otro, y que nada, que no me quedaba tranquila. Total, que esto tenía que acabar en algún sitio. Nuestra relación seguía intacta, incluso mejoraba. Ya no había roces, estábamos compenetrados. Hasta aquel día en concreto. El único día en que todo debía ser perfecto y por muy poco no le dejé de querer. A esto estuve de creer que él era el culpable de mi infelicidad cuando, en realidad, era el único que la mitigaba un poco.
En mi mente, le amenazaba. No te enfades hoy, que es un mal día. Mañana o pasado mejor. Pero no, el siempre tan cabezota. Pasé toda la tarde mirándole de reojo, no se si se dio cuenta pero le odié mucho a escondidas. Hasta la noche. Era nuestra noche. La noche en que yo, por fin había decidido que me daría cuenta de lo mucho que le amaba, pero él tuvo que estropearlo. En fin. Yo ya estaba totalmente deprimida. Él notó que yo estaba rara, porque no hice otra cosa que pegarle con el mando a distancia mientras veíamos la película. Le metía el dedo en la nariz, y descubrí que tiene cosquillas en los costados. Al cabo del rato, empezó a ponerse cariñoso, y yo, ni tirando de nuestra perversión recién adquirida, fui capaz de vencer a las lágrimas y me puse a llorar. Así conseguí conmoverle, lo que como buena aspirante a pervertida, me excitaba en exceso. Cuando me hubo consolado, decidí que qué mejor manera de festejar mi recién estrenada alegría que viendo porno. Solo fuimos capaces de encontrar una serie erótica en la que los actores tenían un cómico acento mejicano, pero fue suficiente para subirme el ánimo.
-En cuanto te ponen el porno, se te quitan todos los males.
Nos reímos un rato. Y decidí que ya estaba preparada para un poco de sexo de reconciliación. Sin embargo no creí que fuera tan difícil hacer el amor cuando una tiene una crisis de identidad. La luz era deprimente, roja. La serie erótica seguía en la televisión, esperpéntica.
Y a mi novio no se le ocurrió mejor manera de hacerlo que por la espalda. Me sentía tan sola, mirando hacia la alfombra. Notaba como mi perversión desaparecía por momentos y se iba sin dejar ni rastro, mientras que la de mi novio atrincherado en mi espalda aumentaba por momentos. Decidí cambiar todo aquello como pudiera, aunque fuera demasiado tarde.
Me levanté, y él decidió que no iba a esperarme sentado. Así que con su pene dentro de mí y pegado a mi espalda avancé hasta la televisión y la apagué. No sirvió de nada. Entonces, cambié de posición. Le senté en el sofá conmigo encima de él. Por lo menos ya podía mirarle los ojos. Sin embargo aquel suplicio (psicológicamente hablando, por supuesto) se prolongó demasiado, terminando con todas mis fuerzas. Disimuladamente derramé unas lágrimas en su hombro, justo antes de que él se derramara dentro de mí. Me levanté al segundo y le dije: Duchémonos. Allí lloré tranquilamente, las gotas de agua cómplices de mis lágrimas.
Al cabo de un rato mi novio empezó a quejarse de un tremendo dolor de espalda. Sin duda, el creía que se debía a la mala posición en el sofá. Pero yo sabía que ese no era el único motivo. Tuvo que soportar no solo mi peso si no el de mi tristeza encaramada a mi espalda. Ya tirados sobre la enorme cama de matrimonio de mis padres, podíamos descansar. Mi dolor psíquico se tradujo en un malestar físico en su espalda. Es en esos momentos cuando me doy cuenta de lo compenetrados que estamos. Sus besos ahora resbalaban sobre mí cuidadosamente y para nada perversos. Ahora se quien es la única perversa aquí: Es mi tristeza. Se presenta desnuda y sin vergüenza entre nosotros. Actúa a escondidas, se regodea en el dolor, y siente placer por ello, es cruel. Mi tristeza se crece en las circunstancias más retorcidas y pintorescas. Y si en otro momento todo aquel suceso en el salón me hubiera parecido indiferente, esta vez era distinto. Porque no estaba sola, mi tristeza estaba ahí. La perversión se había apoderado de ella y le daba ánimos para seguir torturándome. Se presenta en los momentos más inoportunos la muy…
Al final, salimos a dar una vuelta, cogidos de la mano y con la brisa del amanecer en nuestros rostros. Si ya se lo dije yo, que velada ni velada. No está el horno para bollos, ni la nevera tampoco. No queremos perversiones aquí señora. Nunca me hace caso y mira que se lo tengo dicho que hacerse un pervertido no es cualquier cosa. Que no es tarea fácil. Pues él, erre que erre. Al final nos salió el tiro por la culata. Yo cargando con una tristeza degenerada y descontrolada y él, con un dolor de espalda insoportable.
-¿Cuál será nuestra próxima perversión?
-Mira, mira…no me vengas con sandeces. ¡Que te lo tengo dicho!
-Tranquila, solo era una broma. ¿Compramos pintauñas?
-¿Pintauñas? ¿Para qué?
-Porque quiero pintarte las uñas de los pies. Un día me lo pediste y yo no quise. Hoy si quiero.
-Está bien. Vamos.
Entonces me di cuenta de lo fácil que es amarle y lo complicado que yo lo hice. Solo tenía que dejar que me frotara la espalda en la ducha, dejar que me besara la nuca con sus gruesos labios, dejar que me pintara las uñas de los pies, en fin, dejarle amarme tranquilamente y el resto vendría hecho.
El sobre decidió el curso de sus conflictivas pretensiones.
Un cadáver incorrupto. Esa era la definición exacta para mi estado. Tumbada en aquella cama, con aquel agujero en lugar de corazón. Un agujero que, a veces, él parecía llenar con besos y palabras de amor. Resultaba siempre una ilusión.
Sentía frío, un frío continuo y penetrante. Ni mantas, ni abrigos. Se había aferrado a mí como yo a la esperanza de amar. Alguien entró en el cuarto y me cubrió con su cálido cuerpo:
- ¿Te has enfadado? Perdóname. ¿Me perdonas?
- Si
Yo seguía inmóvil, sentía que él era mi ataúd. Sin embargo, poco a poco, todo su ser empezó a derretirse sobre mí. Podía sentir como se derrumbaba, ahora era yo quien le cubría. Me besó y pude notar como una lágrima había resbalado hasta la punta de su nariz, y así, hasta la mía. Y la abrazé. Sus lágrimas alargaban los brazos hasta mi cuello, deslizándose por él, y penetrando en mí por la yugular. Poco a poco, el agujero de mi pecho se fue llenando con un mar salado y de color carmín...
Las últimas sirvieron de lacre, un lacre espeso como la sangre, para sellar un sobre. En el interior había una nota. Escrita en perfecta cursiva me susurraba: Te amo.
Sentía frío, un frío continuo y penetrante. Ni mantas, ni abrigos. Se había aferrado a mí como yo a la esperanza de amar. Alguien entró en el cuarto y me cubrió con su cálido cuerpo:
- ¿Te has enfadado? Perdóname. ¿Me perdonas?
- Si
Yo seguía inmóvil, sentía que él era mi ataúd. Sin embargo, poco a poco, todo su ser empezó a derretirse sobre mí. Podía sentir como se derrumbaba, ahora era yo quien le cubría. Me besó y pude notar como una lágrima había resbalado hasta la punta de su nariz, y así, hasta la mía. Y la abrazé. Sus lágrimas alargaban los brazos hasta mi cuello, deslizándose por él, y penetrando en mí por la yugular. Poco a poco, el agujero de mi pecho se fue llenando con un mar salado y de color carmín...
Las últimas sirvieron de lacre, un lacre espeso como la sangre, para sellar un sobre. En el interior había una nota. Escrita en perfecta cursiva me susurraba: Te amo.
Recorro el camino de mi pecho a la alcantarilla en segundos.
"Benditos sean los olvidadizos, porque superan incluso sus propios errores" Nietzsche
Me apetece hacer tantas cosas en este momento ... quiero comer chocolate, leer filosofía, quiero levantarme porque me duelen las rodillas...pero lo que más me apetce es abrazarte... tan fuerte que pueda sentir tu corazón latiendo en mi sién y pdríamos rodar por la nieve, hasta que se nos pusiera la nariz roja.
No lo entiendo pero se borra todo sin parar y no lo entiendo. Estoy asustada...como un niño pequeño...tengo el agua hasta el cuello...Me hubiera encantado quedarme.Fingamos una despedida.Fingamos que la tuvimos.
La música se va con el último suspiro de esperanza (dícese de la dosis de autoengaño producida por nuestro cerebro cuando se avecina una desgracia)
No me apetece hacer muchas cosas, no me quiero levantar aunque me duelan las rodillas, no quiero cortarme el pelo, pero lo que menos me apetece, es levantarme mañana y no recordarte y no poder darme cuenta de que olvidé porque no te recuerde, nada...no quiero que sea nada y me da miedo que lo sea todo.
Basada en la película "Olvidate de mí"
Me apetece hacer tantas cosas en este momento ... quiero comer chocolate, leer filosofía, quiero levantarme porque me duelen las rodillas...pero lo que más me apetce es abrazarte... tan fuerte que pueda sentir tu corazón latiendo en mi sién y pdríamos rodar por la nieve, hasta que se nos pusiera la nariz roja.
No lo entiendo pero se borra todo sin parar y no lo entiendo. Estoy asustada...como un niño pequeño...tengo el agua hasta el cuello...Me hubiera encantado quedarme.Fingamos una despedida.Fingamos que la tuvimos.
La música se va con el último suspiro de esperanza (dícese de la dosis de autoengaño producida por nuestro cerebro cuando se avecina una desgracia)
No me apetece hacer muchas cosas, no me quiero levantar aunque me duelan las rodillas, no quiero cortarme el pelo, pero lo que menos me apetece, es levantarme mañana y no recordarte y no poder darme cuenta de que olvidé porque no te recuerde, nada...no quiero que sea nada y me da miedo que lo sea todo.
Basada en la película "Olvidate de mí"
El espeluznante testimonio de la misteriosa mujer menguante
Al escribir esto intentaba dejar constancia de la situación irrevocable que le abordaba. Algo extraordinario le está sucediendo, está despareciendo. Si, es verdad, no es creíble… pero lo hace y no quiere que ocurra sin que nadie se de cuenta. No sabe quien la sustituye pero sospecha que no es de fiar. Aprovecha los ,omentos débiles para borrarla poco a poco, la empuja en las lágrimas cuando llora, por eso ha comenzado a guardarlas en un frasco con su nombre. Aprovecha para reírse por mí, no sabe de quién la sonrisa de su cara, pero es cruel, le estira las comisuras de los labios hasta límites insospechados, y duele; con sus carcajadas, además, le abrasa la garganta. Aún consigue ganar alguna batalla, cuando cuando acierta a pedir ayuda, pero no cree que lo soporte mucho más. La última vez lo encontró arrancándole la esperanza y quemámdola en una enorme hoguera de ansiedad en su pecho. Ha secuestrado su ego y lo ha amordazado en su estomago, y ano puede comer. Un público numeroso le señala con el dedo y se ríe de Ella, llevan caretas de sus amigos.
Como dije, está desapareciendo, y antes de que eso suceda ha tomado una serie de medidas de seguridad.
Ha fabricado una careta y unas gafas de Ella. Ha grabado unas canciones que Ella misma ha compuesto, pues el intruso no entiende de música, cada nota es esencia de sí misma. Ha escrito cartas a diferentes personas de su círculo más íntimo para que las lean cuando haya desaparecido por completo; por temor a que cuando perder el control de las manos, el las quemara, las ha guardado en la caja sonora de su guitarra donde el nunca miraría. Todo esto lo hace mientras llora, el único momento en que el está despistado. Se dedica a empujar trocitos de mí por mis lacrimales.
Creo que todo esto empezó en ese momento en el que se dio cuenta de que todo por lo que había luchado era falso, y el fracaso le escupió en la cara, la humillación y la tristeza la retenían y no se pudo limpiar. Poco a poco la desilusión se le agarró a las terminaciones nerviosas de su cerebro y ahora es demasiado tarde, está ganado terreno y Ella perdiéndolo.
Ayer se miró al espejo y no se reconoció. Cada suceso de su vida le recordaba lo insignificante que se volvía por momentos, ya solo era una marioneta de Aquel. Así que cogió un estropajo de metal y se arañó la cara hasta que n pudo ver más que sangre. Ahora lleva la careta todos los días, se pone sus gafas de Ella y sale a la calle. Ya ni siquiera puede ver a través de sus ojos. Ha sido derrotada pero no podrían decir que no lo intentó. Desaparece, se consume en su ansiedad y se pudre en su estomago. Desde fuera nadie se ha dado cuenta aún. Aquel es tan listo…
Este es el testimonio de Ella. Actualmente rescatarle de las profundidades de sí misma es cosa de un imposible, pero sabed que Ella escucha. Es lo único que le queda. Quizás por morbosa crueldad de Aquel, pero todavía es capaz de escuchar como funciona su vida sin Ella. Subió demasiadas veces para luego bajar corriendo y así empezó todo.
Como dije, está desapareciendo, y antes de que eso suceda ha tomado una serie de medidas de seguridad.
Ha fabricado una careta y unas gafas de Ella. Ha grabado unas canciones que Ella misma ha compuesto, pues el intruso no entiende de música, cada nota es esencia de sí misma. Ha escrito cartas a diferentes personas de su círculo más íntimo para que las lean cuando haya desaparecido por completo; por temor a que cuando perder el control de las manos, el las quemara, las ha guardado en la caja sonora de su guitarra donde el nunca miraría. Todo esto lo hace mientras llora, el único momento en que el está despistado. Se dedica a empujar trocitos de mí por mis lacrimales.
Creo que todo esto empezó en ese momento en el que se dio cuenta de que todo por lo que había luchado era falso, y el fracaso le escupió en la cara, la humillación y la tristeza la retenían y no se pudo limpiar. Poco a poco la desilusión se le agarró a las terminaciones nerviosas de su cerebro y ahora es demasiado tarde, está ganado terreno y Ella perdiéndolo.
Ayer se miró al espejo y no se reconoció. Cada suceso de su vida le recordaba lo insignificante que se volvía por momentos, ya solo era una marioneta de Aquel. Así que cogió un estropajo de metal y se arañó la cara hasta que n pudo ver más que sangre. Ahora lleva la careta todos los días, se pone sus gafas de Ella y sale a la calle. Ya ni siquiera puede ver a través de sus ojos. Ha sido derrotada pero no podrían decir que no lo intentó. Desaparece, se consume en su ansiedad y se pudre en su estomago. Desde fuera nadie se ha dado cuenta aún. Aquel es tan listo…
Este es el testimonio de Ella. Actualmente rescatarle de las profundidades de sí misma es cosa de un imposible, pero sabed que Ella escucha. Es lo único que le queda. Quizás por morbosa crueldad de Aquel, pero todavía es capaz de escuchar como funciona su vida sin Ella. Subió demasiadas veces para luego bajar corriendo y así empezó todo.
El placer de los locos: nihilismo edulcorado.
Creo que un agujero negro se acerca; siento la desfragmentación de toda mi materia... nunca me había sentido así, algún hecho sobrenatural debe estar produciendose. Inusual o insustancial, o demasiado sustancial. Raro, original, singular, puntual... sinónimos. Sinónimos de superable, temporal, circunstancial, coyuntural... Se da la coyuntura para que la perforación sea un éxito. Dos minutos. Aún queda tiempo para recapacitar, sin embargo, Ella no recapacita, lo hace todo sin pensar. ¿Para que va a meditar ninguna decisión? Como decía Cioran: "Sobre un planeta gangrenado deberíamos abstenernos de hacer proyectos
"Nihilismo en estado puro. Sadomasoquismo edulcorado. Tendencia a la evasión de la realidad.Diagnóstico referencial: tendencia a caer en estado REM cuando debe adoptar una posición.La obligación es intrínseca a Ella y la decisión de que obligaciones debe afrontar necesita una árdua autoevaluación.
El nihilismo no proporciona la felicidad.
El nihilismo no proporciona la felicidad.
En realidad da igual, pues un nihilista no le importa nada, por lo que es absurdo preguntarse ese tipo de cosas.
Azucar. azucar y droguémonos con el azucar. Un terrón, un chute. La dosis necesaria de vanalidad para el nihilista empedernido.
"Nihilismo en estado puro. Sadomasoquismo edulcorado. Tendencia a la evasión de la realidad.Diagnóstico referencial: tendencia a caer en estado REM cuando debe adoptar una posición.La obligación es intrínseca a Ella y la decisión de que obligaciones debe afrontar necesita una árdua autoevaluación.
El nihilismo no proporciona la felicidad.
El nihilismo no proporciona la felicidad.
En realidad da igual, pues un nihilista no le importa nada, por lo que es absurdo preguntarse ese tipo de cosas.
Azucar. azucar y droguémonos con el azucar. Un terrón, un chute. La dosis necesaria de vanalidad para el nihilista empedernido.
"Leo luego disfruto, sufro luego escribo"
Ella nunca ha estado enamorada. No va con su naturaleza. Sin embargo, sabe perfectamente cuales son los sentimientos del despecho. Es incongruente, pero esto también es intrínseco a su naturaleza. Asi que sabe como reaccionaría en caso de que le dejaran.
Se daría a la droga y a la prostitución;a la ninfomanía y al sexo grupal;al sadomasoquismo. Se automutilaría. Vagaría por las calles más peligrosas a altas horas de la madrugada para que la violaran salvajemente 5 hombres uno detrás de otro. Entonces, perdería la consciencia, se arrastraría con los genitales doloridos, habría contraido el sida. Se acostaría con un hombre casado y con hijos y le contagiaría el sida. Cumpliría todas las perversiones habidas por haber: bondage, bukkake... Entonces sus padres la ingresarían en un centro para toxicómanos. Allí escribiría un libro autobiográfico qué sería un best seller. Se haría rica. Su padre etaría orgulloso.
Cuando saliera, rica, desintoxicada y sidosa, dirigiría la primera y última película de su vida. Sería porno, y si, autobiográfica. La promocionaría en todos los reality shows."Ella dice que su película ha sido la primera producción pornográfica en ganar un Oscar. El polígrafo dice: Que miente" Era obvio. Su película sería prohibida en China y también en el resto del mundo. Entonces la ingresarían en un psiquiátrico por ser potencialmente un peligro público.
Gracias a su dinero y a sus contactos como prostituta de lujo conseguiría toda la heroina necesaria. Se la chutaría toda de golpe y moriría en el orgasmo más intenso que jamás nadie haya experimentado. Si, moriría de amor al fin y al cabo.
Mientras tanto, aquel sicario al que convenció una vez de que simulara que la violaba, estará obligándo al causante de todo esto a que se metiera la misma cantidad de heroina. Y así le suicidaría ella. Y moriría corriéndose, con un solo nombre en la cabeza: Ella.
Se daría a la droga y a la prostitución;a la ninfomanía y al sexo grupal;al sadomasoquismo. Se automutilaría. Vagaría por las calles más peligrosas a altas horas de la madrugada para que la violaran salvajemente 5 hombres uno detrás de otro. Entonces, perdería la consciencia, se arrastraría con los genitales doloridos, habría contraido el sida. Se acostaría con un hombre casado y con hijos y le contagiaría el sida. Cumpliría todas las perversiones habidas por haber: bondage, bukkake... Entonces sus padres la ingresarían en un centro para toxicómanos. Allí escribiría un libro autobiográfico qué sería un best seller. Se haría rica. Su padre etaría orgulloso.
Cuando saliera, rica, desintoxicada y sidosa, dirigiría la primera y última película de su vida. Sería porno, y si, autobiográfica. La promocionaría en todos los reality shows."Ella dice que su película ha sido la primera producción pornográfica en ganar un Oscar. El polígrafo dice: Que miente" Era obvio. Su película sería prohibida en China y también en el resto del mundo. Entonces la ingresarían en un psiquiátrico por ser potencialmente un peligro público.
Gracias a su dinero y a sus contactos como prostituta de lujo conseguiría toda la heroina necesaria. Se la chutaría toda de golpe y moriría en el orgasmo más intenso que jamás nadie haya experimentado. Si, moriría de amor al fin y al cabo.
Mientras tanto, aquel sicario al que convenció una vez de que simulara que la violaba, estará obligándo al causante de todo esto a que se metiera la misma cantidad de heroina. Y así le suicidaría ella. Y moriría corriéndose, con un solo nombre en la cabeza: Ella.
domingo, 7 de diciembre de 2008
ELLA
"Ella era taciturna, de pocas palabras, angustiada y sensible; para Ella la vida era como un pastel cubierto de arsénico, y cada bocado le envenenaba un poco más"
Allí estaba Ella sujentando impertérrita el pitillo. Con el brazo en alto, cuidadosamente colocado en ángulo agudo respecto al cuerpo. Iniferencia fingida y teatralismo tan acentuado que podría resultar empalagoso. Pero no. Ella es perfecta. Exhala un perfumeque flota a su alrededor en un halo de misterio y caramelos. Porque Ella es así. Como un caramelo: dulce. Pero que está relleno de hieles. La mitad de los jovenes del local, conocen su temible capacidad de jugar con ellos y parecer encantadoramente inocente. Aún así el magnetismo que ejerce sobre ellos es inevitable.¿Me pregunto si será ese olor dulzón y embriagador que desprende? Supongo que es solo mi imaginación.Ella siempre decía que todo era consecuencia de la insoportable (o adorable) debilidad secreta del hombre.
Allí estaba Ella sujentando impertérrita el pitillo. Con el brazo en alto, cuidadosamente colocado en ángulo agudo respecto al cuerpo. Iniferencia fingida y teatralismo tan acentuado que podría resultar empalagoso. Pero no. Ella es perfecta. Exhala un perfumeque flota a su alrededor en un halo de misterio y caramelos. Porque Ella es así. Como un caramelo: dulce. Pero que está relleno de hieles. La mitad de los jovenes del local, conocen su temible capacidad de jugar con ellos y parecer encantadoramente inocente. Aún así el magnetismo que ejerce sobre ellos es inevitable.¿Me pregunto si será ese olor dulzón y embriagador que desprende? Supongo que es solo mi imaginación.Ella siempre decía que todo era consecuencia de la insoportable (o adorable) debilidad secreta del hombre.
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