Esta mañana he ido a dar un paseo al campo que hay a un lado de Hartmannstraße. Con grandes prados y arbolitos. He atravesado un minibosque de abedules que tenían clavados con chinchetas corazones de papel con nombres escritos. He buscado el mío, pero no estaba. Un perro ha levantado una liebre a la que he podido seguir con la mirada durante un buen rato. A parte de conejos y ardillas, es la primera vez que veo una liebre en Erlangen.
He subido a un montículo y me he sentado en la ladera a leer un libro. He escrito un poco y me he tumbado a pensar un título. No un título aislado, es que necesito encontrar uno. Me he quedado dormida. Alguien me dijo como se llama esa siesta antes de comer, pero no me acuerdo. He echado una siesta de esas cuyo nombre no recuerdo, misteriosa, hasta que un perro se ha acercado a lamerme la cara. Me he despertado gritando, pues a tan corta distancia su nariz gelatinosa y húmeda daba miedo de verdad. Al incorporarme rápido he golpeado al perro y ha huido. Me he quedado allí, sentada con las gafas babeadas viendo como el dueño regañaba al perro. Me mirada con cara de "entschuldigung" pero con sonrisa de "qué graciosos son los perros, tan espontáneos ellos" en alemán, claro. Pensando en el amor por los perros, que de tan mal gusto parece no compartir, he sentido un agujero en el estómago. Era la una y trece minutos. Me levanté y me fui a casa a hacerme unos espaguetis.
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1 comentario:
Siesta marranera. Seguro que te lo dijo Fran :)
¡Has vuelto! ^^
Mónica
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