martes, 10 de noviembre de 2009

Solos

Habíamos dejado la estación a las 12:23. Viajábamos de pié ya que no había asientos libres en el tren, que traqueteaba violentamente. Como una flecha, atravesábamos montañas y cruzábamos ríos construyendo túneles y puentes a nuestro paso. Siempre en línea recta.

Su reloj marcaba las 12:05. Estaba solo. Tenía un cuerpo fuerte y bien formado, aunque aún se intuía ese desgarbo tan propio de los adolescentes que intentan dejar de serlo. No creo que llegara a los veinte años. Miraba con curiosidad por la ventanilla y su mirada tenía un ligero rastro de temor. Parecía el tipo de chicos duros y luchadores que pueden llorar a moco tendido por una mujer. El llanto más antiguo de la historia del hombre.

En determinados momentos de la vida tenemos que saber estar solos. Debemos elegir estar solos, para en el momento en el que no tengamos más remedio que estarlo, hayamos aprendido bien la lección. Cuatro por tres: doce, cinco por cinco: veinticinco, dos por uno: dos y uno por uno: uno. UNO POR UNO: UNO.

Yo estaba sola por elección. Él, por obligación. Nos mirábamos y pensamos el uno en el otro.Yo en su cuerpo, y él en mis ojos, tan abiertos.

Su reloj marcaba ahora la 1. En pocos minutos llegaríamos a la estación. A a las 2.

Furtivamente, le miré. Y él, abstraído con su pensamientos, sonreía embelesado. Pensaba en la hermosa joven que no llegaba a los veinte años y que ahora consultaba la hora en Trafalgar Square: la 1 del mediodía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eres mentalista, verdad? qué capacidad para leer pensamientos...

Cristina Marí dijo...

qué guay... quiero más!!!