La ciencia ha desarrollado un vacío en el que la gente puede estudiar en silencio absoluto. El prototipo se encuentra en la biblioteca de la technische Fakultät de Erlangen, ciudad conocida también por albergar la primera sede de Siemens y haber inventado el mp3. También salimos en wikileaks.
Ciudad puntera donde las haya, tiene un horizonte sembrado de enormes chimeneas que expulsan humo blanco ininterrumpidamente: algo se mueve en Erlangen. Nunca se descansa. Todos sabemos que esas chimeneas están ahí para infundir confianza en los ciudadanos, para que no pierdan la esperanza. "Eh, mirad, siguen con ello, día y noche. Tomad ejemplo."
En las absolute Ruhezone se consigue trabajar más duro que en ningún otro sitio. Con tasas de rendimiento del 100%. Sin embargo, el vacío provoca leves pérdidas de audición en determinadas frecuencias. Da igual, el mp3 no las reproduce. Alles in Ordnung.
domingo, 31 de julio de 2011
domingo, 20 de marzo de 2011
PASEO MATUTINO
Esta mañana he ido a dar un paseo al campo que hay a un lado de Hartmannstraße. Con grandes prados y arbolitos. He atravesado un minibosque de abedules que tenían clavados con chinchetas corazones de papel con nombres escritos. He buscado el mío, pero no estaba. Un perro ha levantado una liebre a la que he podido seguir con la mirada durante un buen rato. A parte de conejos y ardillas, es la primera vez que veo una liebre en Erlangen.
He subido a un montículo y me he sentado en la ladera a leer un libro. He escrito un poco y me he tumbado a pensar un título. No un título aislado, es que necesito encontrar uno. Me he quedado dormida. Alguien me dijo como se llama esa siesta antes de comer, pero no me acuerdo. He echado una siesta de esas cuyo nombre no recuerdo, misteriosa, hasta que un perro se ha acercado a lamerme la cara. Me he despertado gritando, pues a tan corta distancia su nariz gelatinosa y húmeda daba miedo de verdad. Al incorporarme rápido he golpeado al perro y ha huido. Me he quedado allí, sentada con las gafas babeadas viendo como el dueño regañaba al perro. Me mirada con cara de "entschuldigung" pero con sonrisa de "qué graciosos son los perros, tan espontáneos ellos" en alemán, claro. Pensando en el amor por los perros, que de tan mal gusto parece no compartir, he sentido un agujero en el estómago. Era la una y trece minutos. Me levanté y me fui a casa a hacerme unos espaguetis.
He subido a un montículo y me he sentado en la ladera a leer un libro. He escrito un poco y me he tumbado a pensar un título. No un título aislado, es que necesito encontrar uno. Me he quedado dormida. Alguien me dijo como se llama esa siesta antes de comer, pero no me acuerdo. He echado una siesta de esas cuyo nombre no recuerdo, misteriosa, hasta que un perro se ha acercado a lamerme la cara. Me he despertado gritando, pues a tan corta distancia su nariz gelatinosa y húmeda daba miedo de verdad. Al incorporarme rápido he golpeado al perro y ha huido. Me he quedado allí, sentada con las gafas babeadas viendo como el dueño regañaba al perro. Me mirada con cara de "entschuldigung" pero con sonrisa de "qué graciosos son los perros, tan espontáneos ellos" en alemán, claro. Pensando en el amor por los perros, que de tan mal gusto parece no compartir, he sentido un agujero en el estómago. Era la una y trece minutos. Me levanté y me fui a casa a hacerme unos espaguetis.
jueves, 4 de febrero de 2010
Sr. Asca De Torres
- ¿Quién tenemos hoy?
- A la señora De Torres.
- ¿La señora De Torres? ¿La de...?
- Sí, esa.
- Bueno, vamos allá. - y el doctor se dispuso a atender a la paciente con profesionalidad.
Abrigo de piel, pendientes de perlas que hacían que los lóbulos de sus orejas se balancearan más de lo necesario, bolso bien encajado en la axila y tacones bajos. Así se presentaba siempre. De buena familia y de buen ver, aun entrada en años. Se desnudaba con delicadeza, depositando cada complemento en el lugar adecuado para ello. Los tacones, la falda de tubo, la camisa, las medias, el sujetador, las bragas... Y toda la habitación se inundaba de tal hedor que parecía increíble que proviniese de ella. Tomaban las radiografías. De espaldas, de frente. "Levante los brazos". Y los levantaba con movimientos suaves, con ese pudor que hace a las mujeres de antaño tan irresistibles y femeninas. "Ya está. Puede vestirse (gracias a Dios)".
-Tienes que hacer algo - suplicaba el doctor al técnico de rayos.
-¿Qué quieres que haga?
-Díselo de un modo sutil, una indirecta, no sé...
-Está bien, ya se me ocurrirá algo la próxima vez.
La semana siguiente regresó la señora De Torres y se le realizaron las radiografías correspondientes.
-Veamos... - el técnico miraba al trasluz los huesos y entresijos de aquella singular dama de terrorífico olor - No han salido bien del todo... La densidad de la piel no permite distinguir bien los cartílagos de los huesos y sus articulaciones.
-¿Qué le ocurre a mi piel? - preguntó ella preocupada.
-Oh, tranquila, esto tiene fácil solución. Necesitamos que el próximo día venga recién duchada. Pero, justo recién duchada con agua muy caliente, lo que provocará que la circulación se acelere y la piel se oxigene, aumentado su elasticidad. Así las radiografías se verán mucho más claras.
Un rubor exagerado cubrió el rostro de la mujer. Ni el más tímido adolescente delante de la chica de sus sueños hubiera superado aquel rojo en sus mejillas. Bajó la mirada avergonzada.
-Sé a lo que se refiere, pero es que a mi marido le gusta así.
- A la señora De Torres.
- ¿La señora De Torres? ¿La de...?
- Sí, esa.
- Bueno, vamos allá. - y el doctor se dispuso a atender a la paciente con profesionalidad.
Abrigo de piel, pendientes de perlas que hacían que los lóbulos de sus orejas se balancearan más de lo necesario, bolso bien encajado en la axila y tacones bajos. Así se presentaba siempre. De buena familia y de buen ver, aun entrada en años. Se desnudaba con delicadeza, depositando cada complemento en el lugar adecuado para ello. Los tacones, la falda de tubo, la camisa, las medias, el sujetador, las bragas... Y toda la habitación se inundaba de tal hedor que parecía increíble que proviniese de ella. Tomaban las radiografías. De espaldas, de frente. "Levante los brazos". Y los levantaba con movimientos suaves, con ese pudor que hace a las mujeres de antaño tan irresistibles y femeninas. "Ya está. Puede vestirse (gracias a Dios)".
-Tienes que hacer algo - suplicaba el doctor al técnico de rayos.
-¿Qué quieres que haga?
-Díselo de un modo sutil, una indirecta, no sé...
-Está bien, ya se me ocurrirá algo la próxima vez.
La semana siguiente regresó la señora De Torres y se le realizaron las radiografías correspondientes.
-Veamos... - el técnico miraba al trasluz los huesos y entresijos de aquella singular dama de terrorífico olor - No han salido bien del todo... La densidad de la piel no permite distinguir bien los cartílagos de los huesos y sus articulaciones.
-¿Qué le ocurre a mi piel? - preguntó ella preocupada.
-Oh, tranquila, esto tiene fácil solución. Necesitamos que el próximo día venga recién duchada. Pero, justo recién duchada con agua muy caliente, lo que provocará que la circulación se acelere y la piel se oxigene, aumentado su elasticidad. Así las radiografías se verán mucho más claras.
Un rubor exagerado cubrió el rostro de la mujer. Ni el más tímido adolescente delante de la chica de sus sueños hubiera superado aquel rojo en sus mejillas. Bajó la mirada avergonzada.
-Sé a lo que se refiere, pero es que a mi marido le gusta así.
domingo, 10 de enero de 2010
Testimonio
- Me acuerdo de que me dirigía una mirada cómplice, si si, cuando se paseaba por allí la Concha; por los pasillos. Me sonreía. Y ella tan grande...
- Porque os alegraba la vista.
- Claro es que la Concha era una muchacha con mu buen tipo, y guapa, pero, eso sí, muy grandona.
- Si sería la mejor.
- Bueno si, pero sus hermanas también eran muy guapas, y la Lucía, tan rubia.
- Y la Felisa, pero esa más chiquitilla.
- ¡Con la cinturilla de avispa que yo te digo!
- Ella había salido a la madre.
- La Sra. Marisa era una buena mujer. Bueno, ya os he contado la torta que le dio a una de ellas, Y ¡delante de mí! Porque la respondió un poco fuerte, y la otra no dijo nada, bajo la cabeza... y ya era mayorcita ¿eh?
- A su padre lo conocía yo.
- Tendrían una educación de esas de entones.
- Era militar...
- No, era guardia civil y ya estaba retirado, y trabajaba en una oficina. No sé, pero un buen hombre, así, un buenazo, grandullón.
- Sería la Sra. Marisa quien llevara los pantalones.
- Si por eso lo digo, que yo creo era ella quien llevaba la responsabilidad de la educación, además que eran todas chicas. Él, en su despacho, no se enteraba de la misa a la media.
- Me acuerdo que una vez la madre le dijo a las hijas, a la Concha y a la Felisa, que como su hermana Lucía necesitara ayuda y no se la dieran, no sabía que las hacía. Porque claro, ellas sacaron el magisterio y Lucía era la única que les sacó las castañas del fuego, porque llevaba el dinero que se sacaba peinando. Y también hacía la depilación eléctrica. ¡Uy! Yo recuerdo que una compañera mía, profesora, a veces subía a que le hiciera el bigote.
- Si era una buena moza, Lucía, sí, y guapa también. Muy vistosa, con el pelo rubio, los ojos azules, y unos taconcillos...
- Bueno ¡ya!... No, si es verdad que iba siempre muy arreglada, y con una falda de vuelo subía por aquella cuesta...
- Se casó con un catalán, con un camionero, y lo debía tener en palmitas; a veces decía: "Cuando venga mi Pepe." Creo que se llamaba Pepe.
- También tuvo un novio que era un poco chuleta. Así era guapo, se las daba de galán...
- Si me acuerdo que tuvo un desengaño.
- Y Felisa se caso con uno que era más joven que ella, 3 o 4 años, y en aquellos tiempos... claro su madre le decía que tuviera cuidado.
- Pero era un buen chico, yo le conocía.
- ¡Ay! La Felisa iba conmigo a la escuela y bajábamos juntas. Me venía a llamar y gritaba ¡Marisol! y yo, ¡ya bajo! Ya ves, hasta allí abajo teníamos que ir al instituto, a las 3 de la tarde. Y luego por la noche a su casa después de cenar. Allí me calentaba y hablábamos...
- No sería porque pasaras frío en tu casa.
- ¡Uy no! Pero por estar allí todas alrededor de la estufa. O también estábamos en el portal, porque allí las mujeres montaban una tertulia y nosotras también queríamos escuchar y ver a la gente pasar. Se sentaban allí con las sillas, en la puerta de casa ¡pues como en todos los pueblos! Y un día me decía: "Mira, ¿no es ese el moreno que te gusta?" "¡No quiero verlo!" "Tu no te apures. Olvídalo. Si ya sabes que estas cosas son luego lo que Dios quiera." Qué buena era, siempre echándome un capote.
- Se caso un mes después que nosotros. Claro, ya no estábamos. Nos habíamos ido a Guadalajara supongo, a trabajar. En agosto nos casamos, y en Septiembre ya no estábamos. A la de Lucía si que fuimos.
- ¿Si fuimos? pues no recuerdo nada.
- ¡Anda! ¡Claro que fuimos!
- Es que, ya ves , mi memoria funciona así, como a chispazos. Algunas cosas las recuerdo como imágenes perfectas y otras como si no hubieran sucedido nunca.
- Ay, la memoria, la memoria... a veces, te acuerdas de lo que pasó hace 50 años y no de lo que hiciste ayer.
- Lo que hace la edad...
martes, 15 de diciembre de 2009
Mírame
Cuando me lo dijeron no me lo podía creer. La chica que tanto te gusta estuvo en la inauguración. No puede ser. Aquel día, yo estaba allí.
Trabajo como fotógrafo para una revista de arte. Me encargo de inmortalizar a aquellos que van a las exposiciones, a los artistas que luego acompañarán la debida reseña dominical, incluso, a veces, me toca cubrir festivales de teatro y artes escénicas, lo cual me resulta mucho más entretenido. Sin embargo, a la hora de fotografiar prefiero hacerlo en la intimidad y a una sola persona. Monográficos. Chicos y chicas, normalmente de mi edad - no me atrevo aún con la majestuosa dignidad de algunos ancianos; siento que les traicionaría - posan a menudo para mí, y, de vez en cuando, expongo en la galería de un amigo. He vendido algunas fotos y me han pagado bien.
Una de las modelos era tan hermosa... La mayor parte de las fotos que me han comprado son de ella. Posó para mí una noche de verano, de esas en las que llueve tanto, y el agua caliente del suelo se evapora y todo huele raro, no a tierra mojada, sino raro. Habíamos bebido un poco y mi casa estaba al lado. Subimos para resguardarnos del diluvio. Se entretuvo largo rato mirando mis fotos, y fue ella la que me pidió que, le hiciera una sesión.
LLevaba un vestido blanco con un infantil estampado de helados, estaba empapada. Se sentó en un sofá negro al lado de una ventana. Las gotas resbalaban por el cristal filtrando la luz que luego recorría su cuerpo. Se le marcaban los huesos de los hombros y los pezones, pequeños y oscuros, se insinuaban entre los helados como pepitas de chocolate.
Amaneció en seguida. Cuando estuvo seca del todo se levantó y dándome un abrazo especialmente largo y fuerte, me agradeció una noche tan agradable.
Se que ella ha comprado una de las fotografías. Mi amigo, el galerista, me lo dijo. No la he vuelto a ver. Ya es octubre. Y aquel día estuvo allí, en el museo. Y yo también. Toda la tarde haciendo fotos y no la vi. Esta mañana en un momento de lucidez, he buscado entre las imágenes que tomé esa tarde. Y allí estaba. Claro que estaba. Sola. Paseando entre la gente. En una de ellas incluso me miraba directamente. Y yo, parapetado tras la cámara como un animal asustado.
Dos dimensiones. Para mí, ella será siempre en dos dimensiones. Las redondeces, las hendiduras, los pliegues, el volumen en el espacio... todo eso está ya lejos. Ella me seduce una y otra vez desde el plano. Tendida en el sofá. Regocijándose en su inmovilidad y condenada para siempre a esa media sonrisa.
viernes, 11 de diciembre de 2009
...
A los gordos no se les pregunta: ¿Y tu porqué estas tan gordo? No se les dice: ¿Sabes? Me he dado cuenta de que eres obeso.
¿Porqué todos creen tener derecho a opinar sobre mi silencio, en mi cara?
No comprendo la omnipresente obligación de entretener al prójimo. Esa manía colectiva al silencio.
jueves, 26 de noviembre de 2009
Una vez teoricé...
Lo ideal siempre ha sido y será alcanzar:
La asexualidad.
La insensibilidad absoluta por los sentimientos.
El placer y diversión por el mal ajeno.
Hay tanto mal en el mundo... lo pasaríamos estupendamente.
La asexualidad.
La insensibilidad absoluta por los sentimientos.
El placer y diversión por el mal ajeno.
Hay tanto mal en el mundo... lo pasaríamos estupendamente.
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